viernes, 8 de noviembre de 2013

Mano

Te miro dormir en esta cama blanca,  
te veo tan pequeña e indefensa, 
que no me alcanzan los brazos para acunarte ni el corazón para protegerte.
Por momentos la vida se me antoja injusta e inexplicable 
y busco casi desesperada un libro de quejas donde dejar plasmado mi enojo.

Se que no todo tiene explicación -al menos de manera racional- 

Que los designios de Dios son un misterio que tenemos que aceptar,
 pero me cuesta, por más buena voluntad que pongo.

Miro tus ojos y me lleno de ternura. 

Admiro tu fuerza -que desconoces- 
tratando de no preocuparme o tratando de evitar los sentimientos de los demás.

Estamos juntos -vos, yo, la familia-

Seguimos siendo los dedos de esa mano 
que se convierte en puño para defender y en caricia para consolar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario